jueves, 12 de enero de 2012


1. La nieve cae perezosa, los copos bailando en el gélido aire de Praag. Vuelves la vista en torno: por doquier, el suelo está rojo, con los cuerpos de los Matadores y las bestias que han matado. Para tu vergüenza, sigues vivo. Una figura se levanta y, con un gemido de esfuerzo, alza el hacha, que decapita a un ogro mutante que agonizaba en torno a las rocas. Ha sobrevivido, como tú. Siempre lo hace. Lo saludas con la mano, levantas el hacha y vas junto a él. El Príncipe Matador de Karak Kadrin está cubierto de sangre de una docena de colores diferentes.
Llega otro Matador, y otro, hasta una veintena, para concentrarse en torno a Garagrim.
-Príncipe-dice uno-nos prometisteis la muerte segura siguiéndoos a Praag.
-Sí-comenta otro, con una risa amarga-parece que al final tendréis que pagarme esa cerveza.
Garagrim ríe también.
-Calmaos, amigos, y mirad en torno a la ladera.
Entre la niebla, se comienzan a vislumbrar
Garagrim alza el hacha.
-Por lo que parece, ese señor del Fin de los Tiempos aún tiene más cosas que mandar. ¡Demostrémosles cómo mueren los hijos de Grimmir!
FIN


La hueste de Matadores de Garagrim es una visión temible, pues en pocos días ha reunido a todos los buscadores de muerte de Karak Kadrin. Un centenar de enanos la conforman: ningún ejército vivo se puede dejar de estremecer ante su visión. Demasiado numerosos y locos para preocuparse del peligro, los Matadores se lanzan al combate en cuanto llegan al valle de Borgburg: no hay ningún sentido táctico en sus acciones, pero, al cabo de dos jornadas, regresan con decenas de cabezas de grobi, las de varios jabalíes y lobos, la de un troll y la de un guepardo de las nieves. Garagrim, que se ha cobrado la presa del leopardo, te mira a los ojos, pues no hay nada que decir.

3. Frío, hambre y trabajo, mientras cargas el último de los mulos de tu patrón. Doce horas de duros esfuerzos, y el comerciante pone unas monedas de cobre en tu mano y te despide con un gesto. Tu pago de hoy.
Con eso deberás mantener a Helga y a su hijo, que ya empieza a hablar y a dar los primeros pasos. Gotrek se fue hace meses, en una expedición comercial a Altdorf que ya tendría que haber regresado. Quién sabe si volverá, pues aceptó el trabajo con desesperación para daros toda la prima de alistamiento. Ya os la habéis gastado hace semanas. En cuanto a tu padre, la ciudad lo ha destrozado. Pasa el día frente a una jarra de cerveza, sin hablar con nadie. A veces aparece vagando por las calles tras pasar días fuera de casa, otras con la cara destrozada por algún atracador.
A veces, al tenderte sobre tu duro lecho, en el suelo de la habitación que compartís todos, te preguntas si no hubiera sido más dulce y piadosa la muerte, y luego sueñas con Borgburg.
FIN


2. El grobi chilla y evade el golpe de Sketakki. Es una criatura lamentable, salvaje, vestida con un taparrabos y repleta de tatuajes y pinturas de guerra, pero con un último pensamiento comprendes que ha vencido. Apoyas tu espalda en el tronco de un pino: en torno a ti yace Snorri el Joven, atravesado una y otra vez a lanzazos, Gotrek, abatido por la espalda por una maza, Harok, acribillado a flechas mientras intentaba recargar su ballesta… Tu padre desapareció bajo una masa de guerreros grobi mientras intentaba rescatar a Borin de los grobi que lo capturaron. A Ulther no se lo ve por ninguna parte. Sólo quedas tú, y, en torno a ti, el bosque hierve de guerreros enemigos.
Fue una locura intentar emboscar a los grobi y realizar una lucha de guerrillas, ahora lo comprender. Aunque los primeros golpes de mano tuvieron cierto éxito, la superioridad numérica de los enemigos era tal que podían permitirse las bajas, y conocían bien el combate en el bosque. Al cabo de una hora estabais rodeados. Borin fue el primero en caer, cuando exploraba delante del grupo, y después de él, todos los demás han ido pereciendo a lo largo de la tarde.
Los guerreros caen sobre ti, media docena. Sketakki se aparta de tus cansadas manos, te rompen los brazos, te cortan los tendones de las rodillas para que no intentes escapar. Cada vez que pierdes piadosamente la consciencia te hacen despertar. Eres llevado en brazos a una cueva llena de humo, donde un grobi anciano con los dientes limados empuña un cuchillo de piedra. En el fuego arden figuras demoníacas, en el humo bailan rostros diabólicos. Lo último que es tu corazón palpitante arrancado de tu pecho, y lo último que escuchas son las carcajadas de los grobi.
FIN


1. Esperáis, un día tras otro, el inevitable ataque. Pero los grobi nunca aparecen. Acaba la estación, y el otoño se lleva las hojas de los árboles, y luego el valle se cubre de nieve, y los grobi siguen sin aparecer. Finalmente, en lo más profundo del invierno, la curiosidad puede a la prudencia, y acompañas a Borin a hacer un reconocimiento de la cueva donde los vio por primera vez.
Desierta. Vacía. Sólo algunas pintadas en las paredes y desechos antiguos indican que alguna vez los grobi han ocupado la caverna.
-Sólo había que esperar, y se irían-sonríes-. ¡Nunca habría creído que Snorri, guiado por su miedo, acertaría ciegamente! Creo que es un cobarde por designio de los dioses.
-No cantes victoria tan temprano, sobrino-te responde Borin-. Los grobi han visto un valle rico y lleno de caza, con pobladores que no se defienden. Quizá lo hayan abandonado para siempre… O quizá no. Ahora, siempre volveremos con el temor a su vuelta.
FIN


Avergonzado y con las manos vacías, retornas a Borgburg. Reunidos en torno al fuego del salón comunal, entre la pequeña comunidad anida la desesperación. Uno tras otro, tres enanos toman la palabra para dar su opinión.
El primero de ellos es Snorri el Joven. Con una tos educada, toma la palabra:
-Los grobi no nos han atacado directamente, por lo menos hasta ahora. Es cierto que ha desaparecido algo del ganado que tenemos suelto en los pastos, pero esto puede también atribuirse a lobos o a osos. Mi opinión es que, mientras no se acerquen a esta parte del valle, no tenemos por qué intentar expulsarlos. Sería diferente si fuésemos un centenar, o tuviésemos soldados con nosotros. Pero no somos más que una docena de campesinos, algunos de los cuales, como yo, nunca ha empuñado un arma con furia. ¡Dejémoslos estar! Y si Grungni escucha nuestras plegarias, los grobi se marcharán sin hacernos daño, como han venido.
Luego se levanta Ulther, el hermano de Gotrek, se echa atrás su pelo oscuro y toma la palabra:
-A Snorri le ciegan dos miedos: el de atacar a los grobi y el de perder todo lo que tiene. Yo, todos lo saben,  no soy más que un invitado en las tierras del suegro de mi hermano. No tengo familia ni propiedades que perder, y por ello puedo hablar con libertad. Los grobi y los enanos nunca han vivido pacíficamente. Así, sólo queda atacarlos o esperar a que nos ataquen. Sin ayuda y sin aliados, ¡Cómo hacer frente a veinte o más guerreros grobi! No hay posibilidad. La única forma de salir vivos es volver a Karak Kadrin y abandonar estas tierras. Que las ocupen quienes la pueden defender.
Por último, interviene Sven, con pelo entrecano y nuevas arrugas en la frente. Toma la palabra:
-Durante muchos años he labrado esta tierra con mis propias manos. He erigido los muros de esta casa. He pasado frío y dolor limpiando el suelo de raíces para cultivar y creando pastos para el ganado. ¿Y ahora he de dejar todo eso en manos de los grobi? Soy Sven, hijo de Borg, y los demás podéis dejar este valle si os place, pero yo pelearé con mis últimas fuerzas para librarlo de la presencia de los grobi.

2. Sueltas el estandarte y te lanzas impetuosamente a la carrera. Escuchas a tu padre llamar a la calma, pero, al ver caer el estandarte, los enanos del clan Aestir se lanzan hacia delante clamando por sangre. Corres, con Sketakki levantada, buscando a tu primera víctima entre el bosque bajo… Y de repente algo surge de un matorral y sientes un choque contra la garganta. A poca distancia está el sonriente rostro de un grobi, emboscado hasta hace poco debajo de la maleza, y bajando la mirada ves su lanza, y ésta sale roja del agujero rojo que tienes bajo la mandíbula, y entonces ya no razonas nada más, porque caes y, de espaldas, ves al sol salir entre las nubes, sobre las copas de los árboles. Tanta luz blanca… Tanta paz.
FIN