3.2.3.1 Esta vez redoblas tus esfuerzos
y parece que le obligas a ceder terreno, pero cuando llevas un tercio del
trayecto hacia la mesa, tu avance se detiene. De nuevo, la descomunal fuerza
del Matador te aplasta como a un niño e invierte la tendencia, pese a tus
mejores empeños: te vence tan fácilmente que se escuchan algunas risas. Los
músculos te lloran del esfuerzo y sabes que mañana tendrás agujetas.
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