1.2.2.2.2 Urgasson no es
ningún guerrero, y tus enfurecidos golpes caen sobre él como el hacha del mismo
Grimmir. De nada le sirve intentar cubrirse con un voluminoso libro de cuentas,
que al cabo está en el suelo lleno de sangre. Un par de puñetazos lo dejan con
un ojo morado y un dedo partido, otro le saca el aliento y lo hace doblarse en
dos, previo a un rodillazo en la cara que deja un par de dientes sueltos por el
suelo. Mechones de barba arrancados y hojas revolotean por el aire dándole un
aire festivo al asunto. Sin embargo, el estrépito llama la atención y pronto
escuchas pasos a la carrera y gritos de alarma. Pronto la puerta se abre,
aunque están tan absorto aporreando al caído Urgasson que no te das cuenta de
qué ha pasado hasta que notas una mano en tu hombro.
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