2.2.3 Te levantas de improviso
y echas a correr, ladera abajo. Tu súbito movimiento llama la atención de los
cazadores grobi, y pronto, a tu alrededor, silban flechas y lanzas, gritos de
furia y pies descalzos que inician la persecución.
Una flecha se clava en un
tronco, a poca distancia. Otra pasa silbando en torno a tu oreja. Una piedra
rebota en el suelo entre tus pies. Desesperado, redoblas la marcha, pierdes pie
y bajas rodando por una empinada ladera, abriéndote heridas en manos y piernas,
pero ninguna grave. La adrenalina no te deja sentir las heridas mientras echas
a correr de nuevo, cruzando una corriente y luego una zona de arbustos.
Cansado, te escondes entre la maleza a lamerte tus heridas como un animal
acosado. Has conseguido salvar la vida, al menos de momento, pero ¡Qué vida!
He aquí lo que te espera para
el resto de tus días: vivir como animal perseguido por unos y por otros. Sin
amigos, sin un buen fuego, sin un hogar al que llamar tuyo.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario