3. Hijo, nuestro clan ha
peleado por los señores de la Fortaleza muchas veces a lo largo de las
generaciones, y en innumerables ocasiones les hemos enseñado a nuestros
hermanos de montaña adentro los rastros de los enemigos.
Pero cuando entramos en
combate no lo hacemos en formación cerrada, armados con malla, martillos y
pesados escudos, sino con hachas ligeras, lanzas y cuero. Mal que me pese,
somos gentes (vacila antes de decir pobres, pues no hay peor vergüenza para un
enano que admitir serlo) humildes, y, al contrario que los clanes más
pudientes, no podemos permitirnos pesadas armaduras. No nos falta valor, pero
sí armas y números, experiencia militar. Si intentásemos hacerles frente en
terreno abierto, nos pasarían por encima.
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