1. Tras muchas horas de camino,
vislumbras el resplandor rojo del puesto de guardia de las minas de Hundi. Tres
enanos vuelven la vista hacia ti en cuanto salvas el último recodo de las
galerías: dos de ellos están cubiertos de pies a cabeza con brillante malla, y
las máscaras de los yelmos, modeladas a semejanza del rostro de enanos
furiosos, les cubren la cara. El tercero apunta cuidadosamente una ballesta
hacia tu figura.
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