jueves, 12 de enero de 2012


3.1.2 La cueva está parcialmente inundada por la corriente subterránea, que no tiene mucha fuerza, y el suelo es traicionero. Hay veinte o treinta centímetros de agua, que ocultan pozos  y desniveles de roca resbaladiza. Tras unos minutos de búsqueda, aparecen restos destrozados de una criatura de mediano tamaño, arrastrados por el río tectónico hasta que tropezaron con una roca que sobresale. Y, entre los restos del cuerpo (que está tan devorado por las alimañas que no se puede decir si es enano, grobi o cabra), empiezan a aparecer ojillos rojos. Un par, otro, una decena.
Las ratas de las montañas del Viejo Mundo no son de la variedad más pequeña que infesta los graneros sino las viles criaturas mutantes que crían los skaven. La menos voluminosa pesa por lo menos cinco quilos, y la más grande es una monstruosidad comida por la sarna y con un cráneo que recuerda a un mastín que no debe bajar de los cuarenta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario