2.1.2.1.1 Tajas y acuchillas y
golpeas, hasta que los apéndices del ser se rompen, y su piel se cubre de
heridas, y la bestia llora como un niño. Con repugnancia, te apartas de ella,
que choca estúpidamente con las paredes en sus estertores de muerte y emite un
limo asqueroso. Al poco, cesan sus movimientos. Te yergues sobre el cadáver de
la bestia y le das el último golpe, que la abre en canal. En cuanto a ti, la
adrenalina te hace temblar y el esfuerzo de la dura lucha te provoca jadeos,
tienes la ropa echa trizas, has perdido parte del pelo y una buena parte de la
piel te escuece, pero estás vivo. Después de un momento descansando junto al
cadáver del monstruo, echas a andar.
Los primeros pasos de tu nueva
vida.
FIN
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