2.2.1.1.2 Tras intentar
vanamente hacerte comprender la historia con gestos, te conducen a la tienda
del chamán. Repleta de huesos, fetiches de piel, cuero y plumas, plantas,
hongos y objetos de más dudosas procedencias, un pequeño fuego arde dentro. El
viejo brujo te invita a sentarte, mientras cierran las puertas de la tienda.
Luego arroja extractos de setas al fuego, mientras murmura palabras de un
idioma que no es grobi ni enano, pero que para ti parecen tener un significado.
Ash, Khatar, Udalak, y otras sílabas cortantes que no parecen haber sido
concebidas para gargantas humanas, pero que evocan pensamientos profundos,
antiguos temores y recuerdos de pesadillas medio olvidadas. El humo se torna
azul, y tú te sumerges en un sopor…
Del que pronto despiertas. Te
hallas en una caverna subterránea, sin luz de ningún tipo, pero no pareces
necesitarla para ver. Las piedras son extrañas; al cabo, te das cuenta de que
laten con pulsión orgánica, sólo que su ritmo es infinitamente lento. De la
cámara parten corredores de silicio y ónice, que se hunden en la oscuridad
perpetua de las entrañas de la tierra. Te encuentras en el lugar del que hablan
las leyendas de los mineros y que nadie ha encontrado nunca: el corazón de la
montaña.
Y enfrente a ti se encuentra
el chamán. Aparece cambiado: es más alto y grande, y permanece de pie sin
ayuda. Los cuernos de ciervo que lleva en su gorro aparecen engastados en la
frente. Cuando habla, lo hace con voz profunda y gutural.
-Bienvenido, hijo de Sven, del
clan de los Aestir.
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