jueves, 12 de enero de 2012


2.2.1.1 Los grobi habitan en una cueva amplia pero poco profunda. En el poco tiempo que llevan en ella, se han esmerado en “decorarla”: las paredes están llenas de figuras pintadas con ocre, tintes vegetales y sangre seca, y, mientras entras, un joven grobi desnudo moldea una escultura a sus ídolos con estiércol. Al ver volver a la partida de caza, deja lo que está haciendo y entra en la caverna, gritando.
En cuanto tus ojos se acostumbran a la tenue luz de las antorchas, ves que el jvoen, entre saltos, guía a un viejo grobi encorvado que acaba de salir de una pequeña tienda de piel curada. El grobi está repleto de tatuajes y fetiches, y dos cuernos de ciervo sobresalen de su tocado. Está claro que es un chamán. Empieza una larga conversación en su idioma con el jefe alto que te ha traído a la caverna.
Al poco, estás sentado junto a una treintena de guerreros en torno a una hoguera, cenando una carne de la que quizá es mejor no saber el origen. El chamán dirige tu atención a los dibujos que hay en la pared: en ellos se ve un monstruo de muchos brazos, rodeado de fuego, atacando a unas figuras que deben ser los grobi. Entonces, dos guerreros traen consigo una enorme pieza de metal: aunque nunca has visto una, reconoces la hélice de una de las máquinas voladoras de tu pueblo.


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