2.2.1.1 Los grobi habitan en
una cueva amplia pero poco profunda. En el poco tiempo que llevan en ella, se
han esmerado en “decorarla”: las paredes están llenas de figuras pintadas con
ocre, tintes vegetales y sangre seca, y, mientras entras, un joven grobi
desnudo moldea una escultura a sus ídolos con estiércol. Al ver volver a la
partida de caza, deja lo que está haciendo y entra en la caverna, gritando.
En cuanto tus ojos se
acostumbran a la tenue luz de las antorchas, ves que el jvoen, entre saltos,
guía a un viejo grobi encorvado que acaba de salir de una pequeña tienda de
piel curada. El grobi está repleto de tatuajes y fetiches, y dos cuernos de
ciervo sobresalen de su tocado. Está claro que es un chamán. Empieza una larga
conversación en su idioma con el jefe alto que te ha traído a la caverna.
Al poco, estás sentado junto a
una treintena de guerreros en torno a una hoguera, cenando una carne de la que
quizá es mejor no saber el origen. El chamán dirige tu atención a los dibujos
que hay en la pared: en ellos se ve un monstruo de muchos brazos, rodeado de
fuego, atacando a unas figuras que deben ser los grobi. Entonces, dos guerreros
traen consigo una enorme pieza de metal: aunque nunca has visto una, reconoces
la hélice de una de las máquinas voladoras de tu pueblo.
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